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Según la tradición en la noche del 31 de Octubre empezaba el nuevo año celta, donde se iniciaba el tiempo de cambio de estación, de la cosecha y los misterios entre la vida y la muerte. En esta fecha, conocida como el Samain, los difuntos tendrían autorización para caminar entre los vivos, ya que se abrían las puertas del más allá, y también la posibilidad de reunirse con los antepasados muertos.
Para mantener a estos espíritus contentos y alejar los malos de sus hogares, los celtas dejaban fuera de sus casas comida y dulces y encendían unas hogueras para que se pudieran calentar. Durante esas horas se podía tocar, palpar y hasta traspasar al mundo de los muertos. También era costumbre tallar nabos de gran tamaño que posteriormente pasarían a ser calabazas.
El cristianismo acabó asimilando esta fiesta designando el primero de Noviembre como Día de Todos los Santos y el siguiente día como Día de Difuntos. En los países de tradición anglosajona, la celebración del Samaín recibe el nombre de Halloween, siempre ligado al uso masivo de disfraces y a la decoración de las famosas calabazas.
El resurgimiento del Samain se lo debemos al profesor Rafael López Loureiro, que ha trabajado para que la villa de Cedeira sea conocida por esta celebración como la decana en Galicia de todas las que han aparecido a raíz de esta valiente iniciativa. La celebración del Samain en Galicia nunca se había perdido del todo, con lo cual debemos considerarla como una celebración pagana y ancestral. Esta es una festividad que pervive a través de los años y que depende mayormente de la voluntad de las buenas gentes.
Samain es una festividad de origen celta que tiene unos orígenes muy antiguos. Hace 3000 años en los pueblos celtas de Europa, entre ellos en Galicia, los habitantes de esos lugares esperaban el Nuevo Año que para ellos se iniciaba con el tiempo del cambio de estación, de la cosecha y los misterios entre la vida y la muerte.